lunes, 21 de septiembre de 2009

EPITAFIO DEL ASEDIO DE JERUSALEM

LA HISTORIA

“Aquel día aparecieron frente a nuestra ciudad las huestes romanas. Su ejército, compuesto por cientos de miles de hombres iba comandado por el gran general Ernesto, al que todos cariñosamente llamaban Tito. Llevaban innumerables máquinas de asedio y las mas modernas armas de destrucción masiva: catapultas, balistas y arietes de gran tamaño. Comenzaron pues su asalto tanto desde el norte como desde el sur y rápidamente rompieron nuestras defensas puesto que ellos eran muchos y nosotros sólo unos cientos. Ahora bien, Jehová viendo nuestra ciudad arrasada y su templo en llamas, se apiadó de nosotros: anuló la voluntad de los romanos y los volvió locos. Estos, perdida toda disciplina, comenzaron a vagar perdidos por las callejuelas, lo cual aprovechamos para darles muerte a todos. La noche se llenó de los lamentos y gemidos de los soldados del otrora invencible ejército. Pese a no quedar ninguno vivo, Jehová, enojado por vernos incapaces de defendernos solos, nos ordenó abandonar Jerusalem y vagar a partir de entonces por el mundo”.
De Flavio Joxepo, cronista judeo-vasco, siglo I d.c.

Esta es la única crónica existente de la época ya que en los textos romanos conservados hasta la fecha, si bien se hace mención a la partida del ejército de Tito no se cuenta nada de la suerte que corrió. Dado que Tito regresó a Roma, llegando incluso a ser Emperador, los historiadores han venido aceptando como buena la hipótesis de que la ciudad fue efectivamente tomada y han tendido a ver el relato de Flavio Joxepo como una mera manipulación de la historia.

RECIENTES DESCUBRIMIENTOS

Las últimas excavaciones llevadas a cabo por la prestigiosa Sutherland Highlanders Arqueology Research Society, de la Menendez y Pelayo University, están empezando a cambiar el punto de vista comúnmente aceptado hasta la fecha. De sus investigaciones se desprende que:

a)Hay claros signos de lucha (lienzos derruidos, puntas de flechas y huesos humanos rotos) tanto en la muralla norte como en la sur;

b)El resto de murallas aparecen intactas, con la única excepción de lo que parecen ser inscripciones realizadas con algún tipo de objeto punzante en dos de los bastiones de la Tiropean City, en las cuales se puede leer “aquí estuvo Pijus Magníficus” y “las tetas de Claudia me ponen en guardia”;

c)Las excavaciones más avanzadas situadas en los campos 1 (el onagro de Ben Gurion) y 2 (Militias Guys), han puesto al descubierto un gran número de cadáveres; muchos de ellos presentan traumatismos craneales aunque no parecen causados por ningún tipo de objeto sino que más bien parecen resultado de algún tipo de caída por resbalón o similar. Asimismo, del estudio de estos cráneos se deduce que los humanos a los que pertenecían murieron plácidamente (incluso podríamos decir “agradablemente”) ya que todos presentan una amplia sonrisa. Por último, los restos presentan mayoritariamente unas tasas de alcoholemia particularmente elevadas.

CONCLUSIONES

Parece probado que las tropas romanas entraron por la fuerza en Jerusalen pero que una vez dentro y tras meses de dura (y ascética) disciplina militar, su interés dejó de ser el aniquilamiento del enemigo y se centraron en disfrutar del ambiente nocturno de la ciudad, famoso por entonces en todo el oriente mediterráneo. En estas circunstancias, parece que muchos de ellos perecieron por comas etílicos o por traumatismos craneoencefálicos por caídas causadas por dicho estado de embriaguez. No se descarta asimismo, fallecimientos por excesos sexuales. En este contexto, los lamentos y gemidos a los que se refiere Flavio Joxepo creemos que se trata más bien de lamentos de los romanos que iban cayéndose ebrios y de gemidos de placer provenientes de los prostíbulos de la ciudad.

EL INCENDIO DEL TEMPLO, LA ULTIMA CONTROVERSIA

El siguiente texto, hallado en un ánfora para almacenamiento de arenques en conserva parece darnos un nuevo punto de vista:
“En aquel tiempo, trabajaba como ujier en el templo un tal Ben Pablon. Este tal Ben Pablon era muy aficionado a los juegos de dados a los cuales dedicaba largas horas si bien era también un poco torpe, puesto que casi nunca acertaba a tirarlos en el espacio reservado para el juego. Pues bien, la noche del asalto a Jerusalem decidió jugar una última partidita con sus compañeros ¡en pleno altar mayor!. Como era de esperar, varios de sus dados fueron lanzados torpemente fuera del tablero yendo a golpear uno de los candelabros, el cual cayó quemando a su vez los cortinajes y así fue como se incendió el Templo. Yo no lo ví pero un primo mío que estuvo allí jura que es así como realmente ocurrió”.
Este texto atribuido a un tal Ferdinandus de Tiro puede darnos la explicación de lo que realmente ocurrió. Ahora bien, no se ha podido verificar la existencia de este tal Ferdinandus ni la veracidad de los hechos que relata, por lo que bien podría tratarse del primer caso documentado de “leyenda urbana”.

Aportación de César a este nuestro blog.

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